Por Kronos
La economía chilena mejora: se proyecta un crecimiento sobre el 5% este año y quizás sobrepase el 6% para el 2011. El gobierno intenta anotarse un triunfo por estas cifras y destacar el contraste con el gobierno anterior cuyo crecimiento en los períodos 20085 – 2009, marcó un 3,2 % y un -1,6 % respectivamente. De paso, refregar que en la campaña presidencial se habló de “retornar al país a la senda del crecimiento” lo que se estaría cumpliendo, dejando así en claro que estamos en presencia de un gobierno que hace lo que dice.
Se soslaya – y eso siempre es bueno recordarlo en vista de la mala memoria y los manejos mediáticos – que en el período anterior el país enfrentó la mayor recesión mundial desde la gran depresión de los años 30, equivalente en devastación a una guerra o a uno de los terremotos más grandes de la historia, episodio este último que sirve como cama de amortiguación a las críticas que está recibiendo el gobierno por la lentitud en el proceso de reconstrucción.
Calamidad económica una y geológica la otra, sus consecuencias sociales son siempre negativas y en todo caso es claro que después que algo se destruye, el camino de reconstrucción marca una recuperación que las cifras no tardan en mostrar. Después de una recesión es fácil crecer a tasas elevadas. Lo que se reconstruya post-terremoto también tendrá el mismo efecto “rebote” sobre las cifras, sin contar el hecho que el país puede hacerlo gracias a un manejo fiscal responsable de los períodos anteriores y a una tendencia que ya se venía marcando desde noviembre del año pasado y que se interrumpió a raíz de la tragedia del 27 de Febrero. El desafío viene para los períodos posteriores: cuando la base de comparación es mucho más alta y ya no se puede repetir la espectacularidad que significa partir desde cero o menos que cero.
En un ambiente sobrecargado con demandas sociales producto de la sensibilización que en el mundo laboral produjo el rescate de los mineros, al gobierno le tocará exigirse en muchas oportunidades de aquí en adelante y su “performance de excelencia”, al decir de sus propios partidarios, sufrirá muchas pruebas que pueden desnudar claramente hasta qué punto la actual administración ha querido ocultar sus deficiencias con un episodio que siendo exitoso, movilizó una cantidad de recursos tal que difícilmente podrá emularse y que – obviando las injerencia del azar - tenía que resultar sí o sí. ¿O es que después que los sondajes para ubicar a los mineros dieran en el blanco, hubiera podido elegir el presidente otro camino que no fuera sacarlos a como diera lugar? Era el todo o nada y Piñera apostó a ese todo, conocida de sobra su propensión a tomar riesgos. Le fue bien, sin duda, y ahora lo vemos estrujando el limón del éxito - ayudado por la caja de resonancia de los medios de comunicación afines o directamente gubernamentales -, pero no puede decir lo mismo respecto de la reacción ante las señales que se conocían sobre la inminencia del desastre en la mina San José, como tampoco respecto a las medidas tomadas en las zonas devastadas por el terremoto.
En otros campos como el político, el energético, el de vivienda o el medioambiental, las vacilaciones y balbuceos del nuevo gobierno sólo muestran en el mejor de los casos, un voluntarismo personalista del presidente. El resto ha sido apropiarse de ideas y proyectos que ya venían en camino para hacer algunos arreglos cosméticos y presentarlos como cambios de fondo. En temas mayores, se ha debido recurrir a las tan criticadas comisiones de antaño que finalmente han terminado limitando o poniendo entrampados procedimientos a los beneficios que en campaña era fácil prometer y con posterioridad, parecían fáciles de otorgar. Ese “nuevo estilo de gobernar” podría pasarle al presidente una abultada cuenta ciudadana, porque los niveles de exigencia son ahora mucho mayores y el cuestionamiento y el reclamo a los poderes establecidos está, después de 22 años de democracia, mucho más fogueado y extendido, pese a las recaídas faranduleras que a ratos muestra la población. La popularidad y las cifras que se exhiben hoy (la última encuesta Adimark da un 63% de aprobación al presidente) se esfumarán drásticamente apenas se empiece a percibir con claridad que la forma supera vastamente al fondo y que el “efecto mineros” no puede ser usado eternamente con el infantil argumento de que así se procede en todo y que ése es el sello de la actual administración.
Hoy, después de conocer los entretelones y resultados de un episodio aparentemente tan poco trascendental como la elección en la directiva del fútbol profesional, el gobierno y el propio presidente son cuestionados ante la intervención abierta o solapada que ejercieron para extender su influencia y la de sus afines, con evidentes conflictos de interés, en una actividad que precisamente mostraba una gestión de excelencia y que fue interrumpida por no beneficiar a los poderosos de siempre. Paciencia. Esperemos la próxima encuesta de opinión y podremos seguir conversando.
Santiago de Chile, 04 de noviembre, 2010