Muchas ganas he sentido de escribir algo sobre la crisis económica que está rondando. Sus orìgenes y sus implicancias. Es un ejercicio de mínima necesidad para comprender cómo se ha producido toda esta agitación que de seguro no es flor de un día.
Por estas latitudes y vale decirlo, la crisis económica no es cuestión de un momento, sino que forma parte permanente de nuestras vidas de una forma u otra. Empero, hay veces en que al menos por un tiempo no tan corto, un empleo y unos ingresos (que generalmente no alcanzan) llegan hasta nosostros con cierta regularidad y a ello lo identificamos como 'bonanza' o 'no-crisis'. Solo cuando se cierne la amenaza de pérdida del trabajo o ves a un compañero de escritorio marcharse o se evaporan importantes cantidades de dinero que podrían servir para una jubilación nunca suficientemente digna, se instala la sensación de que esta vez sí la crisis ha tocado a la puerta.
Para los que miran esto más allá de sus implicancias directas, habrá que decir que posiblemente (sólo posiblemente) la concepción neoliberal de la economía ha tenido su más sonada y estrepitosa caìda, desde que, allá en los lejanos 80, un señor de apellido Reagan y una Sra. de apellido Thatcher, tomando prestadas las ideas de un otro señor de apellido Friedman, dieron por inaugurada en sentido práctico la llamada economía del 'lado de la oferta' como contraposición a aquella otra corriente que sugería que a a partir de una demanda, alguien respondía produciendo los bienes y servicios que las personas requerían, lo que daba inicio al ciclo económico. En esta otra concepción, la producción se imponía a los individuos y éstos ante el despliegue de objetos tangibles e intangibles que desfilaban ante sus sentidos, iban por ellos a costa de hipotecar sus vidas con la promesa de una plata dulce y fàcil que se les entregaba en forma de créditos (de otra manera no podían acceder a dichos bienes).
Algo así ocurrió en el negocio inmobiliario de los Estados Unidos cuando los clientes solventes o 'prime' dejaron de mover el carro de la demanda de viviendas y hubo que empoderar monetariamente a aquellos otros no tan solventes llamdos 'sub-prime'. Pero esta es sólo una dimensión de la crisis. Papel destacado han jugado también las tasas de interés que no es otra cosa que el 'precio del dinero'; los instrumentos financieros llamados 'derivados', las regulaciones del estado o de ciertos organismos encargados de clasificar los créditos que se otorgan y por último, el tamaño y la acción de éste, muy venido a menos en las últimas decadas, bajo el pardigma de que un estado pequeño, subsidiario y que no entorpezca el libre juego de los agentes económicos, era la garantía para desarrollar las economías del mundo. Quien sabe si a partir de ahora y como se ha visto en las últimas semanas, ese viejo y vilipendiado estado, vuelve a la carga produciendo las regulaciones que antes faltaban y otorgando la asistencia y protección que tantas veces se le criticó. Claro, es la oportunidad también de reformularlo, hacerlo más flexible y representativo de las demandas de las mayorías y no sólo de esa codicia desmedida que termina transformándolo en botín de unos pocos, pero eso es harina de otro costal.
Don Claudio