Claudio Barrientos F.
Ayer fueron las elecciones municipales y tengo varios
motivos para sonreír:
Primero: Porque las dos candidatas
por quienes voté, ganaron y uno de eso triunfos desbancó a un alcalde difícil
de soportar, aunque algunos digan que sabe hacer la pega. Junto a él, otros 2
alcaldes emblemáticos de la derecha, uno que juega a la tolerancia y otro
siniestro, dieron paso a gente más afable e integradora que fue capaz de
alterar escenarios aparentemente muy difíciles de modificar.
Segundo: fue la derrota de la
arrogancia y ese permanente espíritu de la derecha de pasar la máquina por
encima de lo que la gente siente y piensa, a través del “culto a la gestión”
que muchas veces no es tal y se ampara sólo en despliegues mediáticos y llamados
a cadenas nacionales para comunicar que se ha redescubierto el café con leche.
No sólo importa lo que se hace, sino cómo se hace. El fin no justifica los
medios; eso lo sabemos hace rato, pero algunos siguen comportándose como
patrones de fundo.
Tercero: Porque las celebraciones
anticipadas se devuelven como bofetadas a quienes nos hartan a diario con ilusiones de grandeza y éxito: no fue la
votación más grande de la historia; no fue el reconocimiento a los “históricos
resultados económicos del gobierno” supuestamente escondidos entre la mayoría
silenciosa que esta vez sí se iba a expresar; no fue el candidato de la sonrisa
vacía, asomándose al balcón maltrecho de un triunfo imaginario, para decir que
él busca “que la gente sea feliz”, apoyado por quienes hace no tanto tiempo, la
hicieron muy infeliz.
Cuarto: Porque con la alta
abstención registrada ayer (60%), todos
los sectores tuvieron su lección de humildad y realismo, sin que nadie pueda
engolosinarse con los resultados y festejar desmedidamente. “Bastaría que fuera
a votar un pequeño porcentaje de los que ayer se restaron, para que el mapa
político vuelva a cambiar” (Tomás Moschiatti, hoy en Radio Bío-Bío). Con ello,
la cautela y la prudencia debería ser la clave
de los próximos meses, aunque con una elección presidencial ad portas,
tengo serias dudas.
Quinto: Porque se ven atisbos de un
frente amplio progresista, el que con un buen programa y una mejor candidata o
candidato, debería comenzar a hacer los cambios de fondo (y no sólo cosméticos)
que se requieren para liberarnos de algunas camisas de fuerza económicas, políticas y culturales que han
impregnado el Chile de los últimos 25 años. Por cierto, esos atisbos no
garantizan un camino fácil, ni llegar al objetivo esperado, pero es un paso.
Finalmente y frente al portazo en las narices que le
dio la mayoría de la gente a la clase política, debo decir que la chica
pelirroja, líder de los estudiantes más radicalizados que llamó a funar las elecciones
- pese a que nunca estuve de acuerdo con su planteamiento ni lo estoy ahora -
tiene derecho a llamar a una conferencia de prensa y declararse la gran
ganadora de los comicios de ayer. Dudo que su llamado a no votar haya producido
por sí solo, la inesperada y altísima abstención que finalmente conocimos; sin
embargo ella y sus compañeros leyeron correctamente el ánimo que existe en la
ciudadanía respecto de la política y los políticos y se subió a un carro que la
supera, pero del cual fue portavoz y promotora. ¿Buen ojo? ¿Oportunismo tal
vez? ¿O descarnado realismo que intenta,
a veces a las patadas, hacerse un espacio desde el sentimiento de hastío e
indignación, para tratar de crear una nueva realidad? Llamé a funar su funa.
Hoy le saco el sombrero y aunque – como dije - sigo discrepando de ella, pienso
que tiene todo el derecho a celebrar.
Hoy partí el día sonriendo y ahora, que es ya es bien avanzada
la tarde, todavía no se me puede borrar la sonrisa.