lunes, 9 de marzo de 2009

En Defensa del Transantiago - Parte 3

Las consecuencias de todo esto son ya conocidas, pero habría que recalcar también ciertos hechos que, de pronto, parecieron cobrar importancia desmedida a partir de una prensa que primero ensalzó y después crucificó e hizo negocio con el colapso del sistema, sin la menor autocrítica ni sentido de la prudencia. Porque ¿de qué otra forma se entiende el que en octubre del 2006, cuando ocurrió la segunda postergación de la puesta en marcha del sistema, los periodistas, haciéndose eco de las críticas lanzadas por la derecha, corrían tras las autoridades para preguntarles quien iba a responder a las empresas operadoras por la nueva postergación que iba a implicar millonarias pérdidas para éstas?.
No sé si alguien recuerda a estas alturas, cuando en los noticieros, compungidas animadoras preguntaban alarmadas lo que iba a ocurrir cuando empezaran las lluvias de invierno si no estaban listos los paraderos de buses. O peor aún, cuando una máquina tenía un accidente o dejaba de funcionar, diciendo que ¡¡HABÍA CHOCADO UN BUS DEL TRANSANTIAGO!!, como si éstos no respondieran a los mismos cánones de circulación que todos los demás vehículos y no fueran conducidos por humanos como cualquier otra máquina?.
Se crearon expectativas desmesuradas en la población y de eso la prensa fue, no la única, pero sí una de las principales responsables del malestar generado cuando las expectativas no se cumplieron. Aún recuerdo los reportajes al sistema implementado en Colombia (del cual Chile haría un símil), los meses y semanas previos a su lanzamiento ¿No tenía fallas? ¿Había sido perfecto? ¿Cuánto tiempo había demorado en llegar a un óptimo relativo? Nada de eso aparecía en los reportajes iniciales y por el contrario, se decía que el sistema había sido LA SOLUCION para el transporte de la ciudad de Bogotá. Sólo después que quedaron en evidencia los problemas locales aparecieron reportajes diciendo que en verdad, en Colombia, después de varios años de sistema funcionando, aún habían problemas y las personas protestaban o pedían cambios. ¿Qué se puede decir de la rigurosidad de la prensa en estos casos? Muy poco en su favor, a menos, claro, que se entienda que responde a intereses que nada tienen que ver con la tan cacareada “objetividad”.
Kronos